jueves, 13 de enero de 2011

Las 7 pruebas de Leyrona: De camino a Ondjiva


I. Cogerás el vuelo local de Luanda a Lubango “previsto” para las 8 de la mañana:
Salida del hotel de Luanda a las 5 (los atascos en Luanda pueden ser más que kafkianos). Llegada al aeropuerto con 5 maletas, una caja de material escolar y los dos perros. Los mostradores aún no han abierto (mala señal) y el caos en la pequeña y acalorada Terminal de vuelos nacionales presagia una buena dosis de paciencia y cafés. Los perros, claro está, no entienden de cafés ni de las cualidades del santo Job, y prefieren intentar merendarse a un negro (estoy convencida de que las famosas meriendas de negros empezaron en un aeropuerto). Tras 5 horas de espera y algún aviso confuso salió nuestro avión hacia Lubango donde está el coche de Olivier.

Carretera a Ondjiva
II. Recogerás el coche en Lubango e intentarás llegar por carretera a Ondjiva (apenas 400km en época de lluvias)
Allá vamos, con el coche como nómadas de la vida, repostamos, compramos galletitas del entretenimiento, y…Comienza el diluvio universal con toda su parafernalia de rayos, truenos, granizo, lodos patinosos. (Será que Gallardón está metido en esto del  cielo y lo tiene que hacer a lo grande con todo el presupuesto celestial?). Media vuelta…tendremos que pasar noche en Lubango.

III. Evitarás ser envenenada por las sacerdotisas del Kimbo Soba Lodge
Vamos al hotel donde Olivier suele quedarse. Maravilloso lodge de cabañas, con jardines con animales, aves exóticas y más de una camarera enamorada de Olivier que evidentemente no entiende los extraños hábitos europeos de no ligarse al compañero de otro (al menos mientras está delante). Me hago la loca mirando la telenovela brasileña en el bar del hotel y evito la comida (ya sé que el envenenamiento está a la orden del día en estas tierras cuando algo o alguien incomoda tus planes)

IV. Volverás a intentar ir a Ondjiva por carretera tras una noche de chaparrón
Amenaza al borde de la carretera
Salimos a las 5 de la mañana, no queremos volver a tener que darnos la vuelta. La “carretera” parece un mini golf  para tontos, con agujeros tamaño huella de diplodocus cada medio metro…la mejor opción es ir por la pista alternativa que se ha creado a los márgenes del “asfalto” evitando los charcos, burros, niños que se bañan en los charcos, madres que lavan la ropa en los charcos, baobabs que se han derrumbado (espero que no hayan aplastado a ningún principito), restos de tanques y coches blindados de la guerra que quedaron abandonados.
La inmensa sabana se extiende hasta el infinito, llena de vida tras las primeras lluvias de la temporada. A medida que avanzamos vemos a más gente vestida de modo tradicional, y los pueblos van transformándose en kimbos (poblados de chozas de paja y adobe).

V. No maldecirás a los dioses al llegar a la ciudad de Ondjiva
En efecto (tal y como me había augurado Olivier), dos calles asfaltadas y unas cuantas callejuelas sin asfaltar con sus múltiples piscinas on the road de temporada. La casa, Hamd lillah, está de maravilla, a las afueras de la ciudad, junto a la escuela, con todos los lujos de la vida moderna: horno, microondas, lavavajillas, salón luminoso, armarios empotrados…aunque hay un par de pequeños detalles sin importancia que no se contemplaron: agua y luz… menudencias, caprichos de aburguesada. Tras todo un mes fuera, el depósito de agua (no existe el agua corriente, hay que llenar las cisternas con agua del pozo no potable) era una sopa de caracol (literal), lagartijas ahogadas, mosquitas muertas bien maceradas durante un mes. La ansiada ducha puede esperar.
Con respecto a la luz, la hay, pero con las lluvias y los rayos…ya se sabe, es un misterio saber en qué momento nos dejará colgados. Sombra aquí, sombra allá.

VI. Intentarás comprar algo de comer.
Tras todo el día en la carretera con apenas unas galletitas de entretenimiento (en todo el camino no hay ni una tienda), soñábamos con un buen plato sustancioso (ya sabía yo que lo del foie y champán de las fiestas navidenas era The End). A la entrada de la ciudad hay un super…allí nos dirigimos…algo habrá para llevarse a la boca, pensamos, ilusos: lejía, pañales de todos los tamaños, gominas para multiples usos, cerveza, litros y litros y litros, limones, 3 yogures caducados y, ohhhhh, albricias, sopa de sobre sudafricana y una lata de atún calvo al natural! Estamos salvados!
(Hoy hemos pasado la mañana buscando más comida…hemos conseguido 4 plátanos, 3 mangos y la promesa de un cerdo vivo cuando acaben las lluvias)

VII. Evitarás por todos los medios la maldición de los mosquitos mientras duermes
En una ciudad, actualmente rodeada de zonas empantanadas, el mosquito es el rey, the boss, la leyenda viva que todos temen, y de la que es difícil escapar. Transmisor de múltiples enfermedades, locuras y ensoñaciones, toda precaución es poca (existen también las reinas bacterias del agua…con esas también tenemos una lucha encarnizada).
Alrededor del tema “cómo acabar con el mosquito y no morir en el intento” se ha desarrollado todo un abanico de productos que nosotros, blanquitos de piel lechosa, apetitosa y refrescante, consumimos con los ojos cerrados y los bolsillos abiertos.
Como si de una cruenta batalla se tratase, al atardecer se ponen en marcha todos los dispositivos de exterminación, protección y prevención. Bush estaría encantado. Sprays mata-bichos, enchufes de exterminio, lociones repelentes para cuerpo, ropa y alma, mosquiteras románticas y varios ave marías, allah akbar, y matar 5 gallinas por si las moscas, digo mosquitos.

VIII. Intentarás mandar este mail a tus familiares y amigos
Sin agua corriente ni luz constante, evidentemente el joven Internet no podía ser más rápido y eficaz que sus antepasados domésticos. Disponemos de un aparatito de esos que dan Internet portátil a través de una llave USB. He tardado 8 minutos en cargar la página de gmail. He podido leer vuestros correos, y responder a alguno. Los videos, power points, cadenas milagrosas, músicas para la vida bella y demás maravillas de la red quedarán en el cyber espacio del olvido momentáneo.

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