lunes, 31 de enero de 2011

La Comunidad

Nuestra casa-escuela en cuestión se encuentra a las afueras de la ciudad, en zona casi rural, rodeada de vecinos de lo más dispar:

  • Cuerpo de bomberos del Cunene (es un cuerpo pequeño, pelín endeble, pero cuerpo, al fin y al cabo).
  • Taller de cubanos. No es que se fabriquen cubanos (aunque por el ruido que hacen podría parecerlo), es que en él trabajan individuos de esta nacionalidad. Angola cuenta con una presencia de varios miles de cubanos que llegaron al país gracias a los acuerdos de cooperación entre ambos países.
  • Kimbos de angoleños, en su mayoría de la etnia Kuanhama cuyos habitantes viven de la ganadería de bueyes y cabras y algo de agricultura.

Nuestros vecinos


Como buenos vecinos, tenemos ganas de sociabilizarnos, y dado que afortunadamente la lengua de comunicación es el portugués, las barreras son mucho menores…o eso creíamos nosotros.

El acto de comunicación normalmente requiere de dos individuos como mínimo, un medio (la voz en este caso) y un código (el portugués). Pero evidentemente, esto no siempre es suficiente, sobre todo cuando entran en juego elementos culturales desconocidos. Y yo, reconozco, lo ignoro todo sobre los kuanhama.

Intentamos hablar con Orlando, 50 años, patriarca de uno de los kimbos, para que nos cuente cómo se organiza su comunidad:
- Señor Orlando, ¿cómo se llaman las cabañas que forman un Kimbo?
- Cajango
- ¿Canchango?
- Si, Cajango
- Ah, Cajango
-Si
- ¿Y cuántas personas viven en cada cabaña?
- 1
- ¿Sólo una? ¿No viven los hijos con la madre?
(la sociedad kuanhama es poligámica)
- Si, la madre y los hijos
- ¿y el marido?
- Sí, el marido
- Pero, entonces son muchos.
- Sí, muchos.
- ¿Y usted cuantos hijos tiene?
- Hay 13 hijos (lo dice en impersonal, como si él no tuviera nada que ver)

 Tememos seguir preguntando sobre su vida privada, tal vez estamos siendo muy indiscretos o estamos violando leyes kuanhama desconocidas.

Mejor cambiar de tema:

- Y dígame Orlando, ¿usted luchó en la guerra de Angola, no? (cojea debido a una bala perdida)
- Sí.
- ¿Mucho tiempo?
- Sí
- ¿Cuánto? ¿3, 5, 10 años?
- Sí

Jo, está claro que lo mío no es indagar. Y además empiezo a sentirme como si jugara al Quién es quién: ¿y su mujer, usa gafas, lleva sombrero? Seguro que es Jack.

Me reconozco una total ignorante de la comunicación con el pueblo kuanhama. Prometo seguir investigando.

Por ahora, al menos hemos llegado a un buen acuerdo con el señor Orlando y su comunidad. Dado que durante toda la época vacacional el terreno del colegio ha estado vacío, la vegetación (capim) ha crecido descontroladamente, y las temidas cobras se esconden entre el follaje. Como no disponemos ni de material ni de ayuda para desbrozar el terreno, lo mejor ha sido recurrir a una sofisticada técnica basada en las teorías de desarrollo sostenible: dejar que los bueyes y cabras pasten entre las canchas de futbol y baloncesto antes de que empiece el curso.

Un equipo singular


La casa y escuela

viernes, 28 de enero de 2011

Luz que agoniza

Oooommmmmmmmm. OOOommmmmmmmm
Inspira, respira, inspira, respira, busca un punto de paaaaazzzzzzzzz.

He preferido comenzar esta crónica con un poco de yoga y relajación, pues de lo contrario sólo habría imprecado, insultado y maldecido en castellano, portugués y kuanhama coloquial.

Hace tres días ocurrió un percance que ha sido el detonante de una serie de consecuencias absurdas que se han sumado al ya reinante y todopoderoso caos que nos rodea.

Estábamos tranquilamente cenando frente al ordenador (no tenemos tele, vemos pelis en la pantallita del portátil) cuando el ya clásico bailoteo energético empezó a adquirir un ritmo frenético de subidas y bajadas de tensión, hasta que evidentemente, en una alarde de innovación, se fue la luz, para no volver.

Oh, qué romántico, la luz de las velas junto a la mosquitera, que dan ese aire decimonónico al ambiente. Vayamos a dormir que mañana será otro día y seguro que a lo largo de la noche vuelve la electricidad.

Pero al día siguiente la corriente seguía sin venir…

1ª consecuencia catastrófica: Los 10 kg de carne que tanto nos había costado encontrar se fundían lentamente en el congelador. Casi podía escuchar las risas de los filetes, la gran juerga en la nevera al calor ambiental. Los mangos bailando, la carne dando palmas, la cebolla solitaria haciendo un strip tease…
Rabia.
Como vuelva la luz os vais a enterar. A la mierda con la cadena del frío inquebrantable! Os recongelo!
Total, estoy segura que desde que ese pedazo de ternera salió de Sudáfrica la cadena se ha roto 200 veces y nos va a caer una de esas maldiciones de Internet, y nuestros deseos nunca se cumplirán, y la niña aquejada del mal de svarowsy se desintegrará en mil pedazos, y Bill Gates nunca vendrá a mi puerta a regalarme un ordenador y 5 millones de dólares…

2ª Consecuencia fatal: Nos quedamos sin agua, ya que ésta se bombea desde el pozo del terreno, y la bomba funciona con ELECTRICIDAD! Bueno, habrá que ducharse para variar con cacitos de las botellas de reserva. Eso sí, lo de regar mis verduritas que tan previsoramente había plantado tendrá que esperar y lavarme la melena…también.

3ª consecuencia alimenticia: no podemos cocinar ya que las placas son eléctricas. Mejor dicho, hay dos eléctricas, y dos de gas pero dado que las bombonas de gas son una de las mafias más fuertes del lugar hay que pagar precios desorbitados a los butaneros que se quedan con las bombonas que trae el distribuidor y sólo se las venden a los elegidos, entre los que nosotros, evidentemente, no nos encontramos.

4ª consecuencia: Las subidas eléctricas fueron tan fuertes que en uno de sus arranques pasionales se cargaron el horno, una bomba de agua, 3 impresoras del cole, ocho aparatos de aire acondicionado y de paso el cable general que distribuye la luz entre el colegio y la casa.
Veredicto del electricista: Hay que cambiar todo el cableado…pero claro, mi jefe, que está en Lubango (400 km de pista) no sé cuando podrá venir…
-          Alma cándida, háganos un apaño que podamos encender algo.

Mientras este hombre trabaja lo mejor será que vayamos al centro a intentar desayunar algo.

El desayunar, o matabichar como dicen en esta tierra, es un concepto de lo más polivalente y que refleja cuan variado es el mundo en las tendencias gastronómicas matutinas del personal:
En el primer bar al que nos dirigimos:

-          Buenos días señorita. ¿Tienen algo para matabichar?
-          Sopa

Vaya, no sé si a las 9 de la mañana con 35º es lo que más me apetece…
Probemos en otro lugar. Vamos al bar de la esquina con obreros

-          Buenos días caballero. ¿Podemos matabichar?
-          Pues hay cerveza, sprite, sopa

Mejor seguimos intentándolo.
Ese “restaurante” con terraza tiene mejor pinta.

-          Buenos días, ¿podemos matabichar?
-          Por supuesto señores. Siéntense
-          Gracias, gracias ¿qué tienen?
-          Tenemos codornices, lubina, solomillo...
(me pregunto dónde lo consiguen)
-          ¿Y café?
-          ¿cómo? ¿café? No, eso no.

Finalmente optamos por unos huevos, salchichas, coca cola, fanta de naranja, y una subida de azúcar y colesterol instantánea como el Nescafé.

Dos días después seguimos bajo mínimos y el panorama desalienta:

  • Hay 5 electricistas en el jardín alrededor de un cable. Lo miran y remiran como si fuera una serpiente pitón, sin atreverse a tocarlo. Y mejor que no lo toquen, porque cada vez que lo hacen explota algún aparato.
  • Escucho las castañuelas que salen del congelador de cuatro estrellas. Seguro que ahí dentro tienen hasta sauna con jacuzzi.
  • Mi aparato digestivo empieza a sucumbir ante mis primeros pinitos con la restauración local y puedo escuchar los quejidos débiles de mi estómago que por pudor y ante la falta de agua en el baño no se atreve a expresarse con toda su crudeza.
  • Mi otrora lustrosa melena empieza a parecer un estropajo polvoriento y me planteo seriamente comprarme pelucas de plástico siguiendo la moda local.

Pero no todo es negro!. Nos han puesto una nueva conexión a Internet!…pena que no me quede batería en el ordenador.


Luz que agoniza sobre el río Cunene


lunes, 24 de enero de 2011

En la Discoteca: Cunene-África

El domingo fuimos a la discoteca
Parece que esta ciudad es la única en el país que ha decidido que el domingo no es sólo el día del Señor en sus múltiples acepciones (la cantidad de iglesias por metro cuadrado de grupos cristianos de lo más variopinto da mucho que pensar sobre el buen negocio que debe suponer…ya me estoy planteando crear una, para ir pasando el rato). El domingo es además el día perfecto para salir de marcha hasta el amanecer (¿y el lunes quién trabaja?).

Cunene-África, la discoteca en cuestión, es una gran explanada, con algunas mesas al aire libre, una pista de baile bajo un techo de paja, varios miles de mosquitos y polillas alrededor de las luces de neón, cuatro gallinas de guinea, un pavo real, tres gatos, cinco carpas gordas en una fuentecilla y una fauna humana de lo más variopinta y decadente en general.

Uno tiende a idealizar a los extranjeros que viven en África. Se imagina que cuanto menos en una ciudad del tamaño de Ondjiva (30.000 habitantes) debe de haber un escritor que busca experiencias tras un fracaso sentimental, un cooperante que lucha contra la industria farmacéutica, un antropólogo que investiga el tejido de los taparrabos de los Obahimba o un biólogo que observa el arrullo del cuco africanis al amanecer.

La realidad dista mucho de ello. Nuestra compañía en la mesa de la disco se compone de los siguientes especimenes:
Un pocero malagueño ex legionario y simpaticón, amigo de todas las mujeres del bar.
Un angoleño blanco con aires de superioridad sobre sus compatriotas más tostados, dueño de una “fazenda” del tamaño de Badajoz.
Un obrero portugués que añora a su mujer e hijos mientras sus ojos van radiografiando a todas las “meninas” del lugar.
Tres ondjivanas de unos 22 años medio desdentadas, con ropas ultraceñidas y melenas falsas.
Olivier.
 Yo, la única mujer blanca de toda la discoteca.

En la mesa del al lado hay cinco obreros chinos medio chungos, algo borrachos y con ganas de empezar a bailar el Kizomba (baile típico de Angola similar a la Lambada, mucho toqueteo, piernecita y apretón). Empieza a ser conocido el furor que esta danza provoca entre los orientales.

En las demás mesas jóvenes angoleños de entre 18 y 23 años, mayoritariamente hombres, que animados por la música, se dirigen a la pista de baile y empiezan a agitarse como posesos con movimientos compulsivos que parecen desmembrarles.
Es una verdadera catarsis.

Tímidamente nos animamos a bailar, difícilmente podremos llegar a ese ritmo, pero hay que intentarlo. Inevitablemente me siento el blanco, o más bien la blanca, de todas las miradas.
Tras unos bailoteos el calor empieza a hacerse insoportable,  todo el mundo suda bajo el techo de paja y el cuerpo, medio deshidratado pide bebida a gritos, es hora de buscar a la camarera:

-¡Maezinha, traeme una Coca Cola!
- No queda
-¡Una  cerveza!
-No queda
-¡Una fanta!
-No hay
-¡Agua!
-No tenemos
-pero si sólo son las 11 de la noche, ¿qué te queda?
- Nada

Olvidaba que esto es Cunene, África. “O cu do mundo”…¡el último reducto descocacolizado!

domingo, 23 de enero de 2011

El arte de ir bien calzado

Este título parece hacer referencia a un tratado de buenas costumbres de comienzos del siglo XX para señoritas decentes, o a un capítulo de alguna serie neoyorkina de mujeres super preparadas, reauchutadas y divinas de la muerte.
Pero no, aquí seguimos, Cunene, siglo XXI, y esta cuestión me atormenta.
Actualmente hay un 70% de humedad, 30º C (76º F) y llueve (gracias Padre por esa mini estación meteorológica que me hace sentir profesional cuando miro por la ventana). La ciudad es un barrizal absoluto con frecuentes piscinas de profundidad desconocida y variable. La recogida de basuras es inexistente, el ganado ovino, porcino, bovino y avícola (uy, casi digo pollino) pasea a sus anchas por las calles, y los ondjivanos, poco dados al pudor, desahogan sus ganas donde buenamente pueden. Conclusión: El barrizal esconde misterios que ni el Comandante Cousteau sospecharía.

Y ¿qué me pongo?
El primer impulso ante este clima es plantarse unas chanclas de plástico. Así hice yo los primeros días, oh pobre ignorante, y más alegre que unas castañuelas me fui al mercadillo.
Qué maravilla, qué colorido, esos puestos humildes con sus 4 zanahorias, la mujer que despreocupada amamanta a su hijo entre el gentío bullicioso, la joven que elabora un complicado peinado a su amiga entre risas cómplices…Y entre puesto y puesto, CHARCOS con rabos de zanahoria flotantes, pañales del bebé amamantado a la deriva, pelos de la cómplice cual algas en el mar y yo intentado sortear estos obstáculos de la forma más elegante posible para evitar llamar la atención y no parecer una pardilla europea que lucha entre su curiosidad antropológica y su hipocondría madrileña (soy esa pardilla, lo reconozco). El resultado: parecía un avestruz despavorida caminando a grandes zancadas.


Mercado de Ondjiva

Y es que las leyendas urbanas sobre lo que te puede pasar a través de un pie son tantas que uno piensa que en cuanto una uña roce algo de ese agua se le mutará cuanto menos en tentáculo verde supurante. Según cuentan hay bichos que te entran en las pequeñas heridas de los dedos, ponen sus huevos y luego te dejan el pie hecho una guardería de infantes insectiles, hay hormigas cuyas mandíbulas cortan un jamón en taquitos en un santiamén, existen gusanos que te entran por la uña y un día aparecen asomados a tu ombligo para cantar saetas a la virgen.

¿Me pongo las botas?

Calzado polivalente

Metafóricamente no (ya hemos hablado de la escasez de alimentos), y literalmente, pues sinceramente con los 30º a la sombra y una humedad que reviviría a las momias y les dejaría el cutis de la Angelina , lo de las botas da un poco de yuyu, no sea que después me encuentre con un pie asadito en su jugo.


¿Mocasine?
¿Bailarinas?
¿Alpargatas?

Estoy empezando a patentar un nuevo calzado, tipo Bota Katiuska con sistema de refrigeración, visión interior panorámica para admirar la fauna acuática de los lodazales y tracción a los 5 dedos (no sabéis lo escurridizos que son esos charcos).

Hasta que lo consiga, o en su defecto aprenda a levitar, iré en bicicleta saltando alegremente sobre los charcos y salpicando a diestro y siniestro a bebés, señoras, pollos, cerdos, y si pillo a un pardillo europeo en chanclas… ¡mejor aún!

martes, 18 de enero de 2011

En las oficinas de la TAAG (transporte aéreo de Angola…Tiembla, Aspira, Agárrate y Gritaaaaaaa)

16h. Viernes. La agencia de viajes de la TAAG en Ondjiva hasta arriba. Dos dependientas, 1 televisor con las omnipresentes telenovelas brasileñas, 0 ordenadores.

Espero pacientemente durante 30 minutos. Al fin pasa el chino que va delante de mí, con 7 pasaportes chinos y sin hablar una palabra de portugués (Angola está tomada por obreros-presidiarios chinos que trabajan en grandes obras de construcción). Vaya, esto seguramente nos va a llevar un poco más de tiempo…

Al fin es mi turno, la otra dependienta parece haberse liberado. Me acerco sigilosa, es una mujerona de no menos de 100kg, pañuelo a la cabeza y con aspecto de “si me molestas te aplastaré con mi enorme trasero”.

-Buenas tardes…
-mm
-Quiero un billete de ida y vuelta a Luanda, salida el martes y vuelta el miércoles

(Señora que mira al infinito)

-Disculpe, ¿me puede decir los horarios, por favor?

(Silencio)

-Esto, perdón, ¿un billete? ¿Sí? ¿Creo que es aquí no?
- Hay que esperar
- ¿Esperar?

(Silencio, que empieza a ser incómodo)

- ¿Qué hay que esperar?
- Los billetes
- ¿Hay que esperar los billetes? Si, eso quiero yo, un billete para Luanda blablablalba
- No nos quedan billetes, los tienen que traer del aeropuerto

(ahh, empiezo a entender, al no tener ordenadores, sólo trabajan con billetes físicos, que les traen del aeropuerto y que rellenan a mano)

-¿Cuánto van a tardar?
-mmm
-¿Disculpe?

(10 minutos de silencio) Volvemos a empezar:

- ¿Qué quiere?
- Un billete de ida y vuelta a Luanda. Pero, ¿me puede decir los horarios?
- No sé, por la mañana, a las 7h, pero a las 8:20h
- ¿cómo? ¿A las 7 o a las 8?
- Si
- Bueno, déme un billete de ida y vuelta, ida por la mañana y vuelta por la tarde (ya me da igual lo de los horarios, me planto allí a las 7 y ya veremos). ¿Cuánto cuesta el billete de ida y vuelta?
- 30.000 kwanzas
- Bien, aquí tiene. El dinero, mi pasaporte, mi tarjeta de vacunación, mi visado, mi adn, el iris de mis ojos (nunca se sabe lo que te van a pedir).
- Sólo billetes de ida. No le puedo vender de ida y vuelta
- ¿Cómo? ¡Pero es que yo quiero volver al día siguiente!
- Sólo ida. Son 20.000 kwanzas. La vuelta la puede comprar mañana
- Pero si compro los billetes por separado es mucho más caro!
- No la entiendo
- Si, 20.000+20.000 son 40.000, no 30.000
- No entiendo. Es muy confuso. SIGUIENTE!

Evidentemente no pude comprar el billete con nuestra amable señora. Tuve que ir aeropuerto, donde se produjo una situación similar, pero al fin pude comprar el ansiado billete de ida y vuelta…y he conseguido volver!


Sabana Explosiva

Nuestra nueva ciudad, Ondjiva, se encuentro en el centro de Sabana: Baobabs, acacias, ngongueiros, gnombiceiros e inbondeiros pueblan la zona…que ahora, en época de lluvias están rodeados de un verde infinito y de frecuentes charcas con flores acuáticas. Un paisaje idílico. Difícil resistir la tentación de adentrarse por alguno de los múltiples senderos que se asoman a la carretera y que parecen conducir al origen de los tiempos.
Repelente en ristre, ropa de explorador de pacotilla recientemente adquirida en Capitán Mandioca o similar, botas altas, teléfono satélite conectado y uno de los perros a cada lado a modo de barrera natural.

Las instrucciones eran claras: Adentrarse sin problema (en este país no quedan muchos animales salvajes que puedan devorarle a uno en un descuido) pero NUNCA SALIRSE DEL SENDERO DE BALDOSAS AMARILLAS!!!, perdón, de tierra (Dorothy hace tiempo que salió de Oz).

Tras 30 años de guerra, este país está sembrado de minas y otras lindezas que aún, 10 años después del fin de la guerra, siguen causando frecuentes accidentes.

Con esta consigna en la cabeza y disciplinados como soldados comenzamos nuestro paseo.
Maravilloso, el silencio, la soledad infinita, el canto de un pájaro exótico al atardecer, las nubes rojas desgarradas, blalballbalba (podéis seguir añadiendo tópicos en plan Memorias de África a vuestro antojo).

Y a lo lejos, entre los arbustos, asomaba un precioso kimbo (poblado) de madera y paja, circular, con no más de ocho cabañas.

Evidentemente no podíamos dejar pasar la oportunidad de acercarnos para intentar hablar con sus gentes y conocer un poco mejor su cultura.
Pero con lo que no podíamos contar es que tras las lluvias, gran parte de los senderos que llevaban al poblado estaban anegados y otra parte cubiertos de hierba, lo que dificultaba seguir el rastro muchas veces.

Parálisis.

¿Dónde está el sendero?
La única opción para poder seguir avanzando era buscar huellas de ganado o humanas y seguirlas.

Tarea difícil.

Afortunadamente vimos que dos jóvenes venían caminando desde el poblado, y decidimos que lo mejor sería abordarles para despejar todo atisbo de duda sobre materiales explosivos en la zona.


Primera decepción: no venían con taparrabos, ni colgantes de dientes de pantera, ni siquiera llevaban lanzas o pinturas tribales. Su atuendo era: Camiseta XXL, colgante de rapero dorado con diamantes, gorra de béisbol.

Segunda decepción: Apenas hablaban portugués
Por lo que el diálogo quedó reducido a:
-         Buenos días. Perdón, sabéis si hay minas por esta zona?
-         ¿?
-         Sí, minas, boom, Bombas
Un chico al otro
-         Kañamamukañama BOMBA gnñama BOMBA
A nosotros
- ¿No sé? ¿No problema?

¡Tanta seguridad abruma!
¿Quién en su sano juicio se fiaría de una “respuesta” tan categórica?

Miradas de extrañeza. Los chicos siguen su camino y mientras se alejan oímos que siguen diciendo:

- Kañamamukañama BOMBA gnñama BOMBA
- Ñamam BOMBA

Me parecía que de un momento a otro iba a salir King África de detrás de un arbusto y que los raperos le harían la coreografía.

Y es que la globalización es lo que tiene…que nunca es equilibrada ni lógica.

Descubriendo un Kimbo
Así que decidimos seguir el rastro de nuestros latin kinks de la Sabana para llegar al ansiado kimbo, donde afortunadamente la abuela del lugar (35 años aproximadamente, y ropas tradicionales) nos respondió en perfecto portugués dándonos detalles de la zona y tranquilizándonos.
Al hamd lillah, volvimos sanos y salvos a nuestra casita

jueves, 13 de enero de 2011

Las 7 pruebas de Leyrona: De camino a Ondjiva


I. Cogerás el vuelo local de Luanda a Lubango “previsto” para las 8 de la mañana:
Salida del hotel de Luanda a las 5 (los atascos en Luanda pueden ser más que kafkianos). Llegada al aeropuerto con 5 maletas, una caja de material escolar y los dos perros. Los mostradores aún no han abierto (mala señal) y el caos en la pequeña y acalorada Terminal de vuelos nacionales presagia una buena dosis de paciencia y cafés. Los perros, claro está, no entienden de cafés ni de las cualidades del santo Job, y prefieren intentar merendarse a un negro (estoy convencida de que las famosas meriendas de negros empezaron en un aeropuerto). Tras 5 horas de espera y algún aviso confuso salió nuestro avión hacia Lubango donde está el coche de Olivier.

Carretera a Ondjiva
II. Recogerás el coche en Lubango e intentarás llegar por carretera a Ondjiva (apenas 400km en época de lluvias)
Allá vamos, con el coche como nómadas de la vida, repostamos, compramos galletitas del entretenimiento, y…Comienza el diluvio universal con toda su parafernalia de rayos, truenos, granizo, lodos patinosos. (Será que Gallardón está metido en esto del  cielo y lo tiene que hacer a lo grande con todo el presupuesto celestial?). Media vuelta…tendremos que pasar noche en Lubango.

III. Evitarás ser envenenada por las sacerdotisas del Kimbo Soba Lodge
Vamos al hotel donde Olivier suele quedarse. Maravilloso lodge de cabañas, con jardines con animales, aves exóticas y más de una camarera enamorada de Olivier que evidentemente no entiende los extraños hábitos europeos de no ligarse al compañero de otro (al menos mientras está delante). Me hago la loca mirando la telenovela brasileña en el bar del hotel y evito la comida (ya sé que el envenenamiento está a la orden del día en estas tierras cuando algo o alguien incomoda tus planes)

IV. Volverás a intentar ir a Ondjiva por carretera tras una noche de chaparrón
Amenaza al borde de la carretera
Salimos a las 5 de la mañana, no queremos volver a tener que darnos la vuelta. La “carretera” parece un mini golf  para tontos, con agujeros tamaño huella de diplodocus cada medio metro…la mejor opción es ir por la pista alternativa que se ha creado a los márgenes del “asfalto” evitando los charcos, burros, niños que se bañan en los charcos, madres que lavan la ropa en los charcos, baobabs que se han derrumbado (espero que no hayan aplastado a ningún principito), restos de tanques y coches blindados de la guerra que quedaron abandonados.
La inmensa sabana se extiende hasta el infinito, llena de vida tras las primeras lluvias de la temporada. A medida que avanzamos vemos a más gente vestida de modo tradicional, y los pueblos van transformándose en kimbos (poblados de chozas de paja y adobe).

V. No maldecirás a los dioses al llegar a la ciudad de Ondjiva
En efecto (tal y como me había augurado Olivier), dos calles asfaltadas y unas cuantas callejuelas sin asfaltar con sus múltiples piscinas on the road de temporada. La casa, Hamd lillah, está de maravilla, a las afueras de la ciudad, junto a la escuela, con todos los lujos de la vida moderna: horno, microondas, lavavajillas, salón luminoso, armarios empotrados…aunque hay un par de pequeños detalles sin importancia que no se contemplaron: agua y luz… menudencias, caprichos de aburguesada. Tras todo un mes fuera, el depósito de agua (no existe el agua corriente, hay que llenar las cisternas con agua del pozo no potable) era una sopa de caracol (literal), lagartijas ahogadas, mosquitas muertas bien maceradas durante un mes. La ansiada ducha puede esperar.
Con respecto a la luz, la hay, pero con las lluvias y los rayos…ya se sabe, es un misterio saber en qué momento nos dejará colgados. Sombra aquí, sombra allá.

VI. Intentarás comprar algo de comer.
Tras todo el día en la carretera con apenas unas galletitas de entretenimiento (en todo el camino no hay ni una tienda), soñábamos con un buen plato sustancioso (ya sabía yo que lo del foie y champán de las fiestas navidenas era The End). A la entrada de la ciudad hay un super…allí nos dirigimos…algo habrá para llevarse a la boca, pensamos, ilusos: lejía, pañales de todos los tamaños, gominas para multiples usos, cerveza, litros y litros y litros, limones, 3 yogures caducados y, ohhhhh, albricias, sopa de sobre sudafricana y una lata de atún calvo al natural! Estamos salvados!
(Hoy hemos pasado la mañana buscando más comida…hemos conseguido 4 plátanos, 3 mangos y la promesa de un cerdo vivo cuando acaben las lluvias)

VII. Evitarás por todos los medios la maldición de los mosquitos mientras duermes
En una ciudad, actualmente rodeada de zonas empantanadas, el mosquito es el rey, the boss, la leyenda viva que todos temen, y de la que es difícil escapar. Transmisor de múltiples enfermedades, locuras y ensoñaciones, toda precaución es poca (existen también las reinas bacterias del agua…con esas también tenemos una lucha encarnizada).
Alrededor del tema “cómo acabar con el mosquito y no morir en el intento” se ha desarrollado todo un abanico de productos que nosotros, blanquitos de piel lechosa, apetitosa y refrescante, consumimos con los ojos cerrados y los bolsillos abiertos.
Como si de una cruenta batalla se tratase, al atardecer se ponen en marcha todos los dispositivos de exterminación, protección y prevención. Bush estaría encantado. Sprays mata-bichos, enchufes de exterminio, lociones repelentes para cuerpo, ropa y alma, mosquiteras románticas y varios ave marías, allah akbar, y matar 5 gallinas por si las moscas, digo mosquitos.

VIII. Intentarás mandar este mail a tus familiares y amigos
Sin agua corriente ni luz constante, evidentemente el joven Internet no podía ser más rápido y eficaz que sus antepasados domésticos. Disponemos de un aparatito de esos que dan Internet portátil a través de una llave USB. He tardado 8 minutos en cargar la página de gmail. He podido leer vuestros correos, y responder a alguno. Los videos, power points, cadenas milagrosas, músicas para la vida bella y demás maravillas de la red quedarán en el cyber espacio del olvido momentáneo.