miércoles, 17 de agosto de 2011

Muchacha en la ventana del Cristo Redentor de Lubango

Muchacha en la ventana de Dalí

viernes, 5 de agosto de 2011

Dr. Africano VS Seguridad Social madrileña

Pocas cosas pueden inquietar más que ir a un médico en medio de la sabana africana…más aún si el médico en cuestión es el “ginecólogo” que durante varios meses hará el seguimiento del embarazo de una primeriza como yo.

Hace varios meses, al descubrir que estaba encinta y en el culo del mundo, se nos planteó la terrible cuestión de cómo hacer el seguimiento en la ciudad de Ondjiva, mundialmente conocida por su carencia de todo, incluidos servicios médicos.

Preguntamos a varios amigos que sin dudarlo nos recomendaron ir a la “ultra civilizada” Namibia, cuya ciudad más próxima a Angola, Oshakati, está a unas escasas 3 horas de viaje, si los señores aduaneros están de buenas, y dispone de todos los servicios que uno pueda soñar.

A través de nuestra red de contactos conseguimos el teléfono del ginecólogo del lugar, el Dr. Mavetera, nativo de Zambia.

Conseguir cita telefónica no fue tarea fácil si tenemos en cuenta que su secretaria apenas chapurreaba el inglés y prefería respondernos en kuanhama u otra lengua local, o vocal más bien.

- Buenas tardes, queríamos pedir cita con el Dr. Mavetera.

- Eeehhhhh (con todo ascendente)

- ¿Eso es un sí?

- Aaaaaaahhhhh

- Podría ser para el sábado por la tarde, es que venimos desde Angola…

- Iiiiiiiihhhhh

- ¿Eso es que está de acuerdo? ¿A qué hora? ¿16h?

- Eeeehhhh

Pues ahí estábamos el sábado por la tarde en el edificio de chapa prefabricado donde el doctor tenía su gabinete. En la sala de espera unas 30 mujeres namibianas en avanzado estado se apretujaban en las escasas sillas, 4 viejos carteles de fauna salvaje colgaban descoloridos de las desconchadas paredes y unas flores de plástico polvorientas decoraban el mostrador tras el cual una sonriente y peluda secretaria (el vello de su escote nos tenía anonadados) nos daba la bienvenida.

Evidentemente no era la misma que al teléfono, pues esta se defendía bastante bien en inglés e incluso chapurreaba francés, consecuencia de un antiguo romance con un francés que pasó por allí y se prendó de la velluda mujer.

- Buenas, tenemos cita con el Dr. a las 16h.

- Muy bien, pero dudo que pueda atenderles antes de las 19h o 20h, tiene más de 60 pacientes.

- ¡¡¡60 pacientes en una tarde!!!

- Lo mejor es que se vuelvan a su hotel, se duchen, descansen tras el viaje desde Angola y ya les llamo yo al móvil cuando vaya a ser su turno.

Vaya, estos privilegios no se pueden rechazar.

A las 19h nos llamó la amable secretaria y pudimos conocer en persona al famoso Doctor, previo pago de 50 $, cuyo título comprobamos lo había obtenido en la Universidad de Cluj, capital histórica de Transilvania, en Rumanía.

Historial médico africano

Tal vez se trataba de uno de esos famosos títulos comprados en la época de la URSS con diamantes africanos…prefería no pensar en ello y relajarme en la ¿camilla? Una vieja tabla metálica cubierta con pañales pegados a modo de protección hacía las veces de camilla. Me tomó la tensión, me hizo una breve ecografía con un aparato de los años 60 y tras apenas 5 minutos ya estábamos fuera de la consulta…aún quedaban unas 15 mujeres y muchos dólares por ganar.

Y como en el fondo una no es tan “echá pa lante” como cree agarré los bártulos y me volví para la tierra madre, dispuesta a hacerle frente a todas las trabas de la Sagrada Seguridad Social madrileña para que mi retoño nazca bien.

La aventura entre centros de salud y hospitales públicos acaba de empezar, la batalla contra los burócratas de la Aguirre está siendo agotadora:

- Ahora debe personarse en los mostradores del centro de salud de su zona para pedir cita, una vez obtenida se va corriendo a la otra punta de la Comunidad para que le validen la hora en el hospital, acto seguido vuelve aquí, pero antes de las 13h para que le sellemos el resguardo, y el día de la cita aparezca por lo menos 2 horas antes para que le reconfirmen el horario.

- Y no puedo pedir las citas por teléfono.

- ¿Teléfono? ¿Pero usted quien se cree que es?

Las broncas de la ginecóloga cuando le explico que hasta ahora me han llevado en embarazo en el culo del mundo son bochornosas:

-¿No te han hecho la prueba del zozuplosatoK2X positivo en la semana 11 y tres cuartos? Pues olvídate, era ESENCIAL.

- Le digo que estaba perdida en África, allí los recursos médicos…

- Bah, primerizas progres y menos mal que no eres inmigrante, si no te habría escupido directamente.

Las horas de espera en las frías salas de extracción del Puerta de Hierro terroríficas, y las listas de espera para conseguir cita previa, mejor ni hablar:

- Quisiera cita para que mi ginecóloga (la estúpida) me vea los resultados de los análisis ESENCIALES MEGAURGENTES que me han hecho de la semana 24 y dos días.

- A ver, creo que para noviembre queda algo.

- ¿Noviembre?

- Si, del 2036, claro, antes IMPOSIBLE

- ¡Pero si salgo de cuentas en unos meses!

- Pues la única solución es que intente colarse o vaya a urgencias.

- Genial, vaya consejos del servicio público.

Ayyyy, cómo echo de menos a mi secretaria peludita y el Dr. Drácula chupadólares.


jueves, 9 de junio de 2011

O dia das Crianças

Uno de los deberes del cooperante y su pareja, es el asistir a los actos oficiales a los que se les invita.

El pasado 1 de junio se celebraba en Angola el día de los niños (Día das crianças) y el Gobierno regional nos mandó una circular invitándonos a asistir a los actos que tendrían lugar en el pabellón multiusos para conmemorar dicha fecha.

La invitación recomendaba estar a partir de las 8:30 de la mañana, pues el acto de inauguración tendría lugar a las 9h con un discurso del Excelentísimo Gobernador del Cunene, seguido de una conferencia a cargo de un experto en violencia infantil, todo ello amenizado con actuaciones infantiles.

A primera vista, podía ser una buena ocasión para escuchar a un especialista y disfrutar de los bailes y canciones regionales por parte de los niños de Ondjiva.

A las 9h estábamos ya en el pabellón, cuyas gradas estaban abarrotadas de niños apretujados y ateridos de frío pues el pabellón no tiene vidrios en sus ventanas (ahora estamos en invierno, y por las mañana la temperatura es de unos 10º).

En el centro del pabellón estaban las sillas para los invitados oficiales así como la mesa con telas de raso rosa y naranja desde donde se darían las conferencias. Todo ello salpicado con globos de colores.

Evidentemente éramos los primeros invitados en llegar, y además, siendo los únicos blancos en el acto, se nos condujo a las sillas de la primera fila, que incluso estaban acolchadas. Una vez más estábamos atrapados. De ese lugar privilegiado es imposible escapar sin atraer todas las miradas.

Pasó media hora y nada.

Pasó una hora, y nada.

A las 10:30, cuando ya todos estábamos al borde de la congelación, salió un grupo de niños uniformados sujetando una gran bandera angoleña. Cantaron algunos himnos nacionalistas animados por un triste animador (en realidad un entristecedor) que con el puño en alto y un micrófono medio averiado gritaba:

- ¿Qué día é hoje?

Y todos coreaban:

- O día das Crianças

- ¿Que faremos por um futuro melhor?

- Cuidar das crianças

Y así, en plan Miliki languido unas cuantas decenas de veces.

Los niños uniformados hicieron unos bailecitos al ritmo del Waka Waka de Shakira (nada de bailes tradicionales) y volvieron a su posición hierática, con los brazos casi engangrenados de tanto sujetar la bandera mientras seguíamos esperando a que los ponentes aparecieran.

A las 11:30 al fin apareció el Vicegobernador (el Gobernador no había podido asistir), acompañado de un hombrecillo gris con bigote.

En ese instante los técnicos de sonido y cámaras de televisión reaccionaron dándose cuenta de que no habían preparado nada de sus equipos (tras 2h30 de espera…) y empezaron a probar, enchufar, colocar, enfocar… provocando pitidos estridentes que ensordecieron al público, tapando toda la visibilidad de la mesa de los ponentes y retrasando aún más las palabras de los esperados oradores.

A las 12 empezó la ansiada conferencia.

Tras cuatro palabras de agradecimiento por parte del Vicegobernador, el experto empezó su charla frente a un micrófono mudo, que a veces se dignaba a distorsionar la voz, y otras a crear interferencias con los equipos de radio, con lo que la audición era totalmente imposible.

Tras 10 minutos de conferencia el ponente se levantó, y se fue.

El Miliki de pacotilla se vio obligado a animar a las masas con su puño en alto, y volver con su retahíla de:

- ¿Qué día é hoje?

- O día das crianças

- ¿Que faremos por um futuro melhor?

- Cuidar das crianças

Y yo sólo podía ver a los pobres niños congelados, engangrenados, muertos de aburrimiento y hambre…

Quería escapar…pero estaba atrapada en primera fila, frente a la mirada inquisitiva de todas las fuerzas vivas de Ondjiva…debería esperar, pero ¿qué esperábamos exactamente?

Unos adolescentes salieron "a escena" y representaron una pequeña obra de teatro de la que para variar no pudimos escuchar más de dos o tres palabras, por falta de micrófonos, por el alboroto reinante tras tantas horas de encerramiento, y porque los actores daban la espalda al público (no sabemos si en un alarde de modernidad a los Stanislavsky o de falta de organización).

Después era el turno de rap en play back (ya hemos hablado de la pasión que sienten en este país por las actuaciones en play back), lo cual al menos evitó el problema del micrófono muerto y pudimos escuchar la canción.

Y seguidamente un baile con toques africanos pero poco definido.

Aquello parecía una interminable oda a la desorganización…

En una de las ocasiones en que el entristecedor volvió con su puñito (era esencial mantener el espíritu nacionalista bien alto) conseguimos hacernos los despistados y escapar.

Las leyendas urbanas cuentan que allí siguieron durante horas, haciéndole frente al frío, al hambre y a los dolores musculares. Sólo algunos débiles como nosotros sucumbieron, pero la mayoría resistió heroicamente.



miércoles, 1 de junio de 2011

Cruzando la frontera de Zambia

Cruzar una frontera es una experiencia desagradable sea donde sea, pero cruzar una frontera en un país africano es una de las situaciones más tensas a la par que desconcertantes que un viajero puede sufrir.

Durante nuestro último viaje hemos tenido que cruzar unas cuantas, cada cual con sus características propias: la de Angola hacia Namibia, lenta y amodorrada (los policías angoleños no son especialmente avispados y no entienden qué es un visado ni un pasaporte de servicio), la de Namibia hacia Botswana, estricta pero rápida y la de Namibia hacia Zambia ¡que se lleva todas las medallas!

Para empezar, el puesto aduanero de Zambia no se encuentra en el paso de la frontera, si no que hay que desviarse de la carretera para entrar en lo que a primera vista podría parecer un terreno chabolista.

Una valla medio caída rodea una serie de caravanas viejas, contenedores oxidados, furgonetas casi en estado de chatarra y una casita con carteles de fauna local descoloridos y un mostrador de madera que en 50 años nadie ha debido limpiar. 

Tras el mostrador dos eficientes funcionarios controlan los pasaportes de unos 4 zambianos que vienen de hacer compras en Namibia. Cuando llega nuestro turno se crea un breve instante de confusión, pues no quedan fichas de entrada de extranjeros…debe ser algo poco frecuente en este paso. Uno de los funcionarios desaparece tras un pasillo y tras unos instantes vuelve con los cartoncitos de color amarillo que deben completar los extranjeros que llegan al país.

El visado de entrada cuesta 50$, nos informa uno de ellos, pero dado que mi novio lleva pasaporte de servicio, él no debe pagarlo.

Tanta honestidad y eficiencia nos abruma comparando con Angola, donde cada vez que mi chico saca su pasaporte se paraliza la frontera durante 1 hora por desconcierto. Alegremente pagamos los 50$ de mi visado y nos regocijamos ante la sencillez de esta frontera…
Cuando ya estamos saliendo por la puerta de la oficina dando saltos de alegría, aparece de algún escondite una funcionaria malévola…

- Disculpen, ¿han venido en coche?
- Si, claro.
- Pues tendrán que pagar algunas tasas sin importancia…jajajaajajajajaja (risa de malo de película)
- ¿Cómo?
- Síganme, dice en un tono tajante.
Tasas varias

Nos conduce hacia una roulotte destartalada que hay en el terreno. Dentro una mujer en avanzado estado de embarazo, tumbada sobre uno de los asientos y comiendo galletas, dirige las operaciones con autoritario desdén.
Aquello parece la roulotte de una Madame de prostíbulo de circo decadente (no sé si existen los prostíbulos circenses, pero me los imagino así).

- A ver, ustedes necesitan un seguro.
- Pero señora, nuestro coche ya tiene uno.
- No sirve. Tienen que hacer el seguro X porque yo lo digo, y hoy me apetece.
Evidentemente, de todos los coches que vemos pasar por la frontera, somos los únicos a los que solicitan tales papeleos (por descontado somos los únicos blancos del lugar).

- ¿Y cuánto cuesta?
- Son 130 kwachas.
- Pues aún no hemos podido cambiar kwachas. ¿Podemos pagar con otra moneda?
- Bueno, pero les cambio según la tasa que me invente. (El diálogo no es literal, pero estoy convencida de que en su mente era así).

Pagamos. Qué remedio.

Al instante aparece una de las súbditas de la Madame que con su tamaño hacer tambalearse la decrépita caravana.
- Ahora deben pagarle a ella la tasa del distrito. Son 50 kwachas.

Pagamos.

- ¿Ya? Preguntamos ilusos.
- No, ahora deben ir a pagar la tasa de entrada. Acompáñenme, ordena la funcionaria malévola.

Humo mágico en la Catarata Victoria
Nos lleva junto a un contenedor de mercancías oxidado que han "rehabilitado" como oficina. Allí 3 sonrientes hombrecillos nos esperan para la siguiente tasa. Tienen un aire amistoso, pensamos que si tal vez les damos coba, les hablamos del próximo partido Barça-Manchester y les peloteamos sobre las maravillas de Zambia (que aún no conocemos) nos dejen pasar sin pagar…

Después de 20 minutos hablando del tío que vive en París de uno de los funcionarios, de las proezas de Messi y de otras menudencias destinadas a desviar la atención, la funcionaria maldita nos apura diciendo que saldemos nuestra deuda ya que aún tenemos tasas que pagar.
Vaya, no conseguimos escabullirnos y debemos pagar 20 dólares más.



 
Por último nos lleva de vuelta a la casita, y nos conduce a un despacho con cajas de cerveza hasta el techo (suponemos que de contrabando, a no ser que esa frontera se transforme en bareto y puticlub por las noches). Allí un jefazo gordo y sin ganas de bromear nos pide que paguemos la tasa de carbono, en función de la cilindrada de nuestro coche, y que  en este caso asciende a otros tantos cientos de kwachas.

"Nite" Club en Zambia
- No tenemos kwachas. Tenemos dólares americanos, dólares namibios, rands sudafricanos, kwanzas angoleños, pulas de botswana.
- No sirven. Sólo acepto kwachas. Vayan a cambiar.

Tren en Livingstone, Zambia
Por arte de magia en la puerta de la oficina aparece un joven que cambia dinero con un considerable margen de comisión…No tenemos otra opción. Cambiamos, pagamos y con tono temeroso le preguntamos a la funcionaria:
- ¿Ya?

¡¡¡¡¡Sí, por apenas 200 dólares americanos hemos conseguido entrar en Zambia!!!!!

Las cataratas Victoria nos esperan…tras pagar la correspondiente tasa de acceso…


Autora en la Catarata Victoria

lunes, 30 de mayo de 2011

Improvisando en el Delta del Okavango


Aún quitándome el polvo de la carretera tras 10 días de periplo entre 3 de los grandes ríos de África: El Okavango, el Zambeze y el Kwando, lo que nos ha llevado a recorrer parte de Namibia, Botswana y Zambia.

El primer destino de nuestro viaje era el Delta del Okavango, en Botswana.
El Okavango es conocido por poseer un delta interior, es decir, que sus aguas no llegan nunca al mar, si no que se dispersan a lo largo de varios cientos de kilómetros cuadrados para morir en el desierto del Kalahari. Esta singularidad permite que en su delta, la multitud de brazos del río formen islotes, marismas, ciénagas y un sinfín de humedales que son ecosistema perfecto para una de las faunas más variadas del mundo.

Familia feliz
Provistos de varios litros de repelente, crema solar, gorros, prismáticos, libros de fauna africana y el imprescindible GPS nos dirigimos hacia este paraíso, que según pudimos descubrir se ha convertido en refugio de turistas adinerados y deseosos de experiencias VIP.

Nosotros, ingenuos y amantes de la improvisación, de alma mochilera sin plan determinado, llegamos al Delta al atardecer y sin un lugar donde dormir.

En un arrebato de previsión relativa yo había estado ojeando antes de salir de viaje algunos sitios webs de lodge y hoteles en el Delta, lo que me había dado más de un susto ante los precios DESORBITADOS, que digo desorbitados, DESGALAXIADOS, DESUNIVERSADOS  de un humilde cuarto (no bajaban de 600$ la noche por persona). La abundancia de anuncios de este tipo me llevo a pensar que seguramente existía una oferta más asequible e informal en la zona, pero que dada la idiosincrasia africana no aparecería en la web.

La realidad es que allí estábamos, anocheciendo (en esta región de África anochece muy temprano y repentinamente, a partir de las 17h es la oscuridad total) y sin un lugar donde reposar tras más de 800km de carretera y pistas.

El todopoderoso GPS nos indicaba un Lodge en las proximidades. Decidimos arriesgar y buscarlo siguiendo fielmente la flechita del aparatejo que nos metió por varias pistas estrechas, entre plantas espinosas y familias de babuinos sorprendidos. 

Cuando aún faltaban 4km para llegar, el sendero desapareció en las aguas del Okavango. Y allí nos quedamos sin saber muy bien qué hacer junto a una furgoneta vacía con el nombre y teléfono del Lodge. Tras varias piruetas buscando cobertura conseguimos hablar con el hotel, que lamentablemente nos informó de que ese era un Lodge muy VIP y que sólo reservando en exclusiva con mucha antelación se podía disfrutar de un cuarto.

Hipo curioso
 Tendríamos que intentarlo en otro lugar.
Nuestro pequeño dios GPS indicaba un camping con bungalows a unos 40km más al sur. Decidimos que seguramente aquel sería un lugar con precios más razonables, y sin problemas de protocolo de reserva.

Una vez más nos adentramos por varias pistas que irremediablemente también se sumergieron bajo las aguas del Okavango. Esta vez por suerte había dos mokoros (canoas) abandonados en la orilla. Pero no había ni rastro de barquero, ni señales que indicaran hacía donde se debía remar, ni ningún indicativo de que aquel camping siguiera existiendo. La única alternativa era remar y alcanzar la isla de enfrente en busca de alguna señal. 

Aguerrido novio buscando camping invisible

Mi aguerrido novio se lanzó a las aguas oscuras remo en mano y me dejó en la orilla angustiada ante un inminente ataque de hipopótamo, cocodrilo o vaya usted a saber qué. Tras varias vueltas por las inquietantes aguas, tuvo que rendirse ante la ausencia de rastro hotelero. Sólo nos quedaba esperar algún tipo de milagro.



Tierna criaturilla acuática
Dicho milagro apareció en formato humano, botswanés con pintillas, para más detalles, que surgió de la nada, y casi sin que hiciera falta hablar, llamó al camping, cargó nuestras bolsas en el mokoro y nos llevó a la otra orilla. Nos dejó con nuestras maletas, y se fue, prometiendo que alguien del camping vendría a buscarnos. Debo decir que sentí algo de intranquilidad, pues de repente me vi en medio de un islote boscoso aislada, de noche y esperando no sé muy bien qué ni a quién. Un pick-up apareció dando saltos entre los árboles, conducido por una cincuentona que mal hablaba inglés y que nos hizo subir al coche sin más explicación.

Mokoro en el Okavango
En estos momentos la imaginación juega malas pasadas, y no pude evitar pensar que tal vez esta mujer era una peligrosa asesina de turistas, o que quería traficar con nuestros órganos. En fin, la llegada al camping no calmó mis temores, pues aquello era el escenario perfecto para una película de terror: Noche cerrada en un camping desierto y aislado por las aguas del Okavango, que están superpobladas de cocodrilos, bungalows con abundante fauna interior especialmente arañas y lagartos, comedor polvoriento con una decena de gatos merodeando, cortocircuitos eléctricos en los cuartos.


Afortunadamente la imaginación muchas veces se equivoca, y tras una noche de descanso amanecimos en un apacible lugar, con una encargada que era encantadora, rodeados de cantos de pájaros…


Hicimos una excursión en mokoro por el delta, lo que nos permitió ver de cerca la fauna del lugar y recorrer el río de forma silenciosa y a ras del agua, ver los hipopótamos, las aves coloridas, las gacelas que beben en las orillas…¡Un verdadero paraíso!

A ras del agua



lunes, 16 de mayo de 2011

Macrofestival en Ondjiva

Desde hacía varias semanas una pancarta multicolor a la entrada de Ondjiva anunciaba que el día 14 de mayo los habitantes de esta ciudad podríamos disfrutar de un super show musical sin precedentes.

Al fin, tras varios meses de baldío cultural, parecía que algo se movía en el Cunene.

Ansiosos por asistir a tal acontecimientos compramos nuestras entradas con varios días de antelación…los presagios eran de masas de espectadores venidos desde todos los kimbos de la región, luchas tribales por conseguir las últimas entradas, reventas desorbitadas…

La irregular fotocopia en color que hacía las veces de entrada, era un potpurrí de información con pretensiones modernas: mega, super, power house, producido por Wendy Santos Designer y Arsenio Show…vamos, la cosa prometía.

Entrada al Macro Evento

Y el ansiado día llegó.

La pancarta convoca a los espectadores a presentarse a las 17h en el recinto del concierto (que es el jardín de un hotelillo local), pero ahora que empezamos a ser conocedores de la idiosincrasia local, preferimos no presentarnos hasta las 20h.

En el terreno del hotel se concentran unas 300 personas (nunca he visto tal masificanción humana en Ondjiva), la mayoría adolescentes muy seriecitos y arreglados para la ocasión, como si de una boda o comunión se tratase.

En el escenario, que es una tarima con algunas pancartas por detrás, un trío de flacuchos con pinta rapera escenifican un play back más que dudoso.

Chupas de cuero negras, gafas de sol (imprescindibles para ser rapero de verdad aunque no se vea un carajo) y zapatillas deportivas tamaño XXL son el atuendo de estos tres jóvenes que no dudan en pegar saltos y hacer como que cantan, aunque en varias ocasiones se les olvida llevarse el micrófono a la boca, letras de lo más elaboradas con tono de malote: 

- Yeah, ohhh, hei, hei, quem sou? (¿Quien soy?).

Tras esta demostración de talento, es el turno del músico romántico tipo Rythm & Blues americano.

Cambio de color del foco, hacia una tonalidad más rosada, y "cantante" con aire de chico bueno del barrio pero con un toque modernito. 

Olvido mencionar que el play back es taaannnnn evidente que ni siquiera se molestan en poner a algún músico aunque sea con una guitarra de juguete en el escenario.

Esta vez la letra es claramente sentimental:

- Baby, nao chora (no llores), sexy, te amoooooooooo.

Se perciben leves suspiros entre el público, sobre todo el femenino, que hasta ahora se mantiene muy formalito y atento a las "performances" de estos astros musicales.


-¡¡¡¡Y ahora, con todos ustedes la nueva reina del Kuduro!!!!

Este estilo musical 100% angolano, con influencias de la música techno y ritmos claramente africanos, es un frenesí de movimientos, especialmente de nalgas y pecho, a veces con levantamiento de pierna, como si fuera un perrillo meando.

La intérprete, que en esta ocasión ni siquiera hace un esfuerzo por llevarse el micro a la boca, lo que además sería complicado en su baile desenfrenado, deja al público boquiabierto con sus espasmos de muslo generoso.

La gente parece animarse mínimamente, incluso algunos agitan los brazos en discretos movimientos.

Nos llama la atención que no existe la costumbre de aplaudir. Los cantantes van saliendo uno detrás de otro sin que haya pausa u ovación.

Y por fin llega el turno de Cabo Snoop, la gran estrella de la noche, y su éxito discotequero "Windeck".


Este joven de 20 años triunfa en las pistas de baile de toda Angola con esta canción (que en realidad no tiene apenas letra y lo poco que dice no se entiende), y con su baile mezcla entre Michael Jackson, Locomía y una tribu local.

Salta al escenario, sin músicos, evidentemente, pero escoltado por otros dos bailarines.

Su atuendo son unos pantalones pitillo de color verde pistacho, comprados seguramente en un viaje en el tiempo a los 80, camiseta color chicle de fresa y zapatillas de deporte.

El pegadizo ritmo hace que la gente empiece a moverse, algunos intentamos, sin éxito, imitar sus saltitos y movimientos de cadera a lo Elvis africano. Y por fin, cuando la cosa empezaba a animarse, y tras dos bises de la única canción que "playbackea" (¿será su única canción?) se acaba la fiesta, nadie aplaude, la gente se dispersa rápidamente, y allí nos quedamos bailoteando como huérfanos cuatro gatos blancos y alguno negro…

Impacientes por que llegue el próximo Macrofestival.




















































miércoles, 11 de mayo de 2011

Experiencia Asiática

Esta región que creemos tan aislada está resultando ser un hervidero de nacionalidades de lo más dispar que sin embargo consiguen quedar semi escondidas o pasar desapercibidas.
Hay un panadero mauritano, dos curas mexicanos, 3 profes brasileños, cooperantes cubanos, obreros portugueses, ingeniero alemán y chinos.

Bien es sabido que en todas partes hay una comunidad china…pero resulta sorprendente que esa generalidad también sea real en el Cu do Mundo donde viven más de nosecuantos chinos. Bueno, los suficientes como para que en la frontera entre Angola y Namibia (a 30 km de Ondjiva) haya un pequeño polígono llamado "Dragon City" con su comedor laboral asiático incluido.

El pasado fin de semana, hartos de la monotonía alimenticia regional (puré de harina de maíz, hojas de mandioca rehogadas y carne dura en salsa) nos lanzamos a investigar el universo oriental.

El restaurante en si se encuentra en la parte alta de un almacén de plásticos made in china, y a él se accede por una estrecha escalera con su toque asiático: gatito de bienvenida, farolillo rojo, calendario de bambú. Estos elementos tan poco llamativos en cualquier lugar del mundo resultan de lo más chocante en medio de la sabana, y son hasta acogedores y entrañables.

La enorme sala del comedor está desierta, claro, es domingo, día en que ni los chinos trabajan en el Cunene. La camarera, algo sorprendida deja de lado su novela (china) y nos coloca en una mesa de 10 personas (somos 3) con centro giratorio.

Echamos un vistazo a la sala vacía y descubrimos que tiene varios reservados con enormes mesas giratorias y televisiones gigantes de plasma. Seguro que es ahí dentro donde se firman los misteriosos contratos de infraestructuras entre el gobierno angoleño y el chino. Existe el rumor de que las empresas chinas ganan todos los concursos públicos en África pues emplean presidiarios como mano de obra gratuita, lo que hace imposible que las empresas europeas se igualen en costes

La camarera, que no hablaba más que chino pensó que sería mejor mandar  a otra camarera, angoleña, que sólo hablaba cuañama (me pregunto cómo se entenderán entre ellas) para que nos tomara nota.

La comunicación era imposible, hasta el punto que para conseguir pedir tuvimos que ir abriendo frigorífico tras frigorífico y señalar lo que nos parecía más apetitoso, teniendo en cuenta que todo estaba congelado. Afortunadamente, pudimos comprobar que no siempre las leyendas urbanas son reales, pues dentro de las neveras no encontramos ni gatos, ni ratas, ni siquiera un cadaver de chino muerto y no declarado para usar su pasaporte. Una decepción.


La segunda experiencia asiática la hemos tenido esta semana, cuando durante nuestro paseo diario con los perros por la zona más agreste de Ondjiva vimos a lo lejos un par de fogatas gigantes y un grupo de gente organizando una fiesta. Esto no es común en medio de la nada, por lo que no pudimos resistir la tentación de ir a cotillear. ¡Gran sorpresa al descubrir que se trataba de una fiesta china bajo un baobab! Se habían traído barbacoas con brochetitas (de chino muerto, tal vez), grandes altavoces último modelo, ordenador con éxitos de música electrónica japonesa, y allí estaban tan tranquilos una veintena de chinos y una china.

Nos reciben con mucha amabilidad, nos invitan a beber algo con ellos y nos proponen quedarnos para la fiesta. Resulta sorprendente la facilidad con la que se crea un vínculo entre culturas que en general son tan dispares y entre las que suele haber poca comunicación…pero es que la vida en el Cunene es tan dura que entre los extranjeros, sean de donde sean, se crea un gran lazo de solidaridad y apoyo, una especia de entendimiento mutuo ante las dificultades de adaptación al entorno local.

Afortunadamente dos de ellos (Jerry y Susana en versión occidental) hablan inglés y portugués lo que simplifica la comunicación. Intercambio de teléfonos, abrazos, fotos de recuerdo, y ganas de volver a vernos. El Lejano Oriente no lo es tanto en la Sabana.

Paseo perruno

jueves, 28 de abril de 2011

¡Al fin vida animal!

¡¡¡Por fin me siento en África de verdad!!!

La realidad es que por mucho contraste cultural, paisajes de atardeceres infinitos, escenas pintorescas en el mercado, cultos milenarios…y todo eso que suena tan bonito y diferente, lo que uno piensa cuando viene a África es: ¿veré jirafas?

Desde nuestra más tierna infancia, se nos enseña que este continente está poblado de fieras salvajes, que son la jet set del reino animal, las Vedettes de cualquier zoológico que se precie, las Divas de cualquier pasarela animalística.

Nuestro linces y lobos, tan ibéricos y felixrodriguezfuentianos son actores secundarios en la película de la vida animal de este planeta.

Un niño de apenas 3 años de cualquier lugar del mundo juega con efigies de plástico de cebras y jirafas, sabe imitar el rugido de un león, se zarandea como si tuviera una trompa de  elefante…y claro…todo eso está ahí, en el fondo de nuestro subconsciente, en nuestro imaginario infantil junto con Caperucita Roja y la Ratita Presumida.

La idea de llegar a ver un elefante en su medio natural es tan fantástica como ver al Gato calzarse las botas o una calabaza transformarse en carroza.

Desgraciadamente al Sur de Angola, antaño tierra de elefantes y hienas, no queda prácticamente ningún animal, pues la gran mayoría emigró durante el conflicto bélico (no sólo los humanos sufren por las minas antipersona).

Pero gracias a la proximidad con Namibia, la semana pasada tuve la oportunidad de hacer real mi sueño infantil Gerald-durrelliano con influencias de los Hermanos Grimm y gotas de la Factoría Disney.

Pasé 3 días en la reserva de Etosha, un parque natural de 22.270 km2 (casi el tamaño de Galicia) poblado por toda la fauna que uno pueda llegar a imaginar atraída por el agua del Lago Etosha que es alimentado por el río Cunene.

Analizando el peligro

Aunque esta no era la mejor época para visitar la reserva, ya que la abundancia de agua hace que los animales se dispersen, y la altura de la hierba fresca impide ver con claridad a los animales más pequeños, el espectáculo valió la pena…eso sí, previa prueba de pasaje por pistas anegadas (una vez más).



Superados los baches geográficos (que en Namibia siempre son coser y cantar comparados con los de Angola) nos adentramos en la vasta Sabana en busca de vida salvaje.


-¡Ohhhhhhh, un antílope pequeñito!- Sé de uno que me mata si no digo cuál es exactamente (Miguelito, en tu honor), pero juro que vi como 20 tipos distintos de ciervitos de esos y aunque lo he intentado no consigo retener todos los nombres.

Gacelilla
Mis compañeros de viaje, que ya habían estado en otra ocasión ríen con desdén ante mi ilusión infantil.
- Te hartarás de verlos.

- Si, pero es tan mono y pequeñito con sus ojos pintados.

- Yo vi uno más pequeño aún, apenas 2,5 kg y pestañas más largas.

Mierda, siempre hay alguien que te rompe la ilusión.

- ¡¡¡¡Ahí, para el coche, hay un nosequé agazapado!!!!

- Bah, no es nada, sólo un ñu, lo guay es ver un facóquero.

- Si, pero yo nunca había visto un ñu agazapado.

Cebra posando
Proseguimos nuestro paseo durante varias horas entre las pistas de Etosha y pudimos ver entre otros (además de los múltiples tipos de bambis), chacales acechando pájaros, cebras (miles hasta hartar…era cierto que te hartas), jirafas de diferentes tonos (oscurecen al envejecer), hienas horribles, facóqueros solitarios, más ñus, pájaros multicolores.

Pero ¿y el elefante?

Mis resabiados compañeros me cuentan sus glorias pasadas…

-Bah, hoy es una porquería, no se ven animales. Cuando vine la otra vez vi manadas con cientos de elefantes, de hecho uno casi nos ataca y bblaballalblblalblalbla

- Si, yo también vi familias enteras, la cría nos miró y la madre balblalblalblalbla

Hiena
Jirafa sin paso de cebra
Vale, empiezo a pensar que están confabulados, que en realidad los elefantes no existen, que son un producto de la imaginación como el Hombre lobo o el Ratoncito Pérez. Y ellos me cuentan eso para alimentar mi fantasía y seguir creyendo en ellos, y no decepcionarme ni romper mi sueño infantil…

No es posible que un bicho de semejante tamaño se esconda tanto. La hierba no es tan altas, y por lo que cuentan hay miles.

Empiezo a ver elefantes imaginarios por todas partes: un tronco a lo lejos es un elefante tumbado, un termitero entre el ramaje es un elefante dormido, una roca oscura es una hembra amamantando un elefantito…

Pero no, cuando al fin lo veo, no hay duda, es él: el elefante en todo su esplendor. Tranquilamente tomando un baño de fresco fango, rociando su cuerpo con la trompa, sin prisa y sin inmutarse ante nuestra mirada fascinada que sigue sus lentos movimientos objetivo en mano.

El viaje ha valido la pena…¿pero, y los leones?.
Seguro que son ciencia ficción, pero seguiré creyendo en ellos y perpetuaremos su rugido imaginario de generación en generación.