lunes, 24 de enero de 2011

En la Discoteca: Cunene-África

El domingo fuimos a la discoteca
Parece que esta ciudad es la única en el país que ha decidido que el domingo no es sólo el día del Señor en sus múltiples acepciones (la cantidad de iglesias por metro cuadrado de grupos cristianos de lo más variopinto da mucho que pensar sobre el buen negocio que debe suponer…ya me estoy planteando crear una, para ir pasando el rato). El domingo es además el día perfecto para salir de marcha hasta el amanecer (¿y el lunes quién trabaja?).

Cunene-África, la discoteca en cuestión, es una gran explanada, con algunas mesas al aire libre, una pista de baile bajo un techo de paja, varios miles de mosquitos y polillas alrededor de las luces de neón, cuatro gallinas de guinea, un pavo real, tres gatos, cinco carpas gordas en una fuentecilla y una fauna humana de lo más variopinta y decadente en general.

Uno tiende a idealizar a los extranjeros que viven en África. Se imagina que cuanto menos en una ciudad del tamaño de Ondjiva (30.000 habitantes) debe de haber un escritor que busca experiencias tras un fracaso sentimental, un cooperante que lucha contra la industria farmacéutica, un antropólogo que investiga el tejido de los taparrabos de los Obahimba o un biólogo que observa el arrullo del cuco africanis al amanecer.

La realidad dista mucho de ello. Nuestra compañía en la mesa de la disco se compone de los siguientes especimenes:
Un pocero malagueño ex legionario y simpaticón, amigo de todas las mujeres del bar.
Un angoleño blanco con aires de superioridad sobre sus compatriotas más tostados, dueño de una “fazenda” del tamaño de Badajoz.
Un obrero portugués que añora a su mujer e hijos mientras sus ojos van radiografiando a todas las “meninas” del lugar.
Tres ondjivanas de unos 22 años medio desdentadas, con ropas ultraceñidas y melenas falsas.
Olivier.
 Yo, la única mujer blanca de toda la discoteca.

En la mesa del al lado hay cinco obreros chinos medio chungos, algo borrachos y con ganas de empezar a bailar el Kizomba (baile típico de Angola similar a la Lambada, mucho toqueteo, piernecita y apretón). Empieza a ser conocido el furor que esta danza provoca entre los orientales.

En las demás mesas jóvenes angoleños de entre 18 y 23 años, mayoritariamente hombres, que animados por la música, se dirigen a la pista de baile y empiezan a agitarse como posesos con movimientos compulsivos que parecen desmembrarles.
Es una verdadera catarsis.

Tímidamente nos animamos a bailar, difícilmente podremos llegar a ese ritmo, pero hay que intentarlo. Inevitablemente me siento el blanco, o más bien la blanca, de todas las miradas.
Tras unos bailoteos el calor empieza a hacerse insoportable,  todo el mundo suda bajo el techo de paja y el cuerpo, medio deshidratado pide bebida a gritos, es hora de buscar a la camarera:

-¡Maezinha, traeme una Coca Cola!
- No queda
-¡Una  cerveza!
-No queda
-¡Una fanta!
-No hay
-¡Agua!
-No tenemos
-pero si sólo son las 11 de la noche, ¿qué te queda?
- Nada

Olvidaba que esto es Cunene, África. “O cu do mundo”…¡el último reducto descocacolizado!

1 comentario:

  1. Pero tampoco es mala idea conocer la religiosidad africana. Hay moneda falsificada, y la hay de curso legal.No es bueno desconfiar sin conocer, ni juzgar lo que no se entiende.
    Acostumbrada a una religión monolítica como el Catolicismo Romano en España, donde era difícil ver una iglesia diferente,de repente uno observa la gran variedad de cultos, religiones y creencias.
    No deje de aprovechar esta ocasión para culturizarse en el tema religioso, además del discotequero.

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