miércoles, 9 de mayo de 2012

Vuelta al Cu do Mundo...con bebé


La escena podría ser digna de una viñeta de Quino:
En una viñeta se ve a una mujer africana que viaja con su bebé a la espalda atado con una tela de colores vivos. En la cabeza un hatillo de ropas y algunos enseres básicos. Camina con chanclas, y de vez en cuando se detiene para darle el pecho al bebé a la sombra de un baobab (o imbondeiro como los llaman en estas latitudes)
La mujer no parece tener prisa ni temer nada, camina pausadamente.


Siguiente viñeta:
Se ve a una occidental que viaja con su bebé a África.
En el carro del aeropuerto cuatro enormes maletas se balancean a punto de caer, el cochecito supersónico donde reposa la tierna criatura está cubierto por una mosquitera y varios juguetes didácticos cuelgan sobre su cabeza, la cuna plegable  y la bañera hinchable apenas caben en la cinta transportadora, y la madre, desesperada intenta preparar un biberón perfectamente esterilizado mientras rebusca entre sus bolsas el líquido desinfectante de manos a falta de un baño decente en el aeropuerto local.

Madre descontextualizada
Queridos todos…ha sido una larga y difícil decisión pero al final he vuelto con paquetito humano bajo el brazo.

Evidentemente, antes de lanzarme a esta aventura con mi nuevo estatus maternal, tuve que aclarar algunos asuntillos que me rondaban “ligeramente” por la cabeza. Y es que, aunque yo ya había pasado  varios meses en el Cu do Mundo, y sabía que el mayor de los peligros podía ser morir de aburrimiento, cuando una se convierte en mamá, es como una leona que ve enemigos en cada esquina.

En mi mente se agolpaban imágenes de virus tamaño diplodocus recorriendo las calles de la ciudad, el agua putrefacta que salía de las cañerías, los mosquitos que había que matar a cañonazos y un sinfín de alegres estampas que me hacían temblar.

Por no hablar de la evidente presión familiar y amistosa, que desconociendo la realidad de Ondjiva, se imaginaban que poco más o menos la pequeña acabaría en la cazuela de algún festín tribal. ¡Tierna carne blanca!

Mandé a mi novio, que se había quedado en Ondjiva, hacer un exhaustivo estudio sobre las condiciones médico-sanitarias, investigar dónde comprar los productos de primera necesidad infantil, descubrir qué triquiñuelas eran necesarias para que los polis nos dejaran cruzar la frontera hacia Namibia en caso de necesidad…

Tras conocer a los 6 pediatras cubanos que trabajan en el hospital local, comprar un cargamento de productos infantiles en Namibia como para cubrir las necesidades de los próximos 18 años, y conseguir audiencia con el gobernador para que nos diera un salvoconducto para cruzar la frontera a cualquier hora, consideré que tal vez ya era el momento de volver.

Llegada a Luanda tras 8 horas de vuelo. Primera etapa superada pero…¿dónde están mis maletas?
Tres de nuestras cuatro maletas habían decidido quedarse en París o cualquier otro punto del misterioso universo paralelo de los equipajes.
¡¡¡¡Dios mío!!!!
¡¡¡¡Botiquín, cargamento de pañales, sacamocos, ropita de bebé, juguetes evolutivo-ecológico-didáctico-lúdicos, manuales de primeros auxilios, todo desaparecido!!!!
Apenas tenía una bolsa con una muda y algunos pañales.

Cargamento sospechoso
En el despacho de “perdidos e achados” (que lo de achados creo que era para darle un toque literario al asunto) el funcionario rellenó de forma exhaustiva la lista de objetos que contenía el interior de nuestro equipaje, eso sí, lo hizo en inglés para darle más caché, y entre nuestras pertenencias había “shit”, es decir, mierda. No sé si era una forma de referirse a los pañales pensando que iban sucios, de insultar subliminalmente a los de Air France, o de expresar que estaba harto de no “achar”  una “shit”.

-          Y cuando cree usted que llegaran nuestras cosas?
-          En el próximo vuelo.
-          Ah, genial! Y cuándo es?
-          No sé, llamen mañana.
-          Pero debemos seguir nuestro viaje a Ondjiva
-          Si, ya se las mandaremos allí.

Evidentemente, mi  confianza de que fueran a mandar mis maletas “achadas” al Cu do Mundo era nula, por lo que decidimos quedarnos en Luanda hasta que aparecieran en el siguiente vuelo que resultó llegar 3 días después, afortunadamente con todo mi cargamento bebé-aventura.

¡Primera etapa superada!

Me disponía a coger el siguiente vuelo de Luanda a Ondjiva, toda alegre con mi niña en su cochecito y sus pertenencias recuperadas, cuando…

- Alto señorita. ¿Dónde está la carta de permiso del padre?
- ¿Disculpe agente?
- Para viajar con el bebé necesita el permiso del padre
- Pero mire usted, es mi hija, y esto es un vuelo nacional…
- ¿Y cómo sé que no está robando ese bebé?
- Cree usted que si robara un bebé me lo llevaría a Ondjiva?
- Ah, no sé nada, aquí las madres roban muchos bebés.
- Pero señor, mi marido me espera en el aeropuerto de Ondjiva
- Me da igual, es la ley.

Evidentemente esperaba una “gasosa” (nombre común que reciben los frecuentes sobornos en este país), pero no señor, no estaba dispuesta a caer en su juego.
Un poco de drama aquí, una llamadita allá y las puertas se volvieron a abrir.
¡Ya volábamos al Cunene!

¿Qué sorpresas me esperaban en Ondjiva?