lunes, 7 de febrero de 2011

El Señor Totas y sus animalillos

Al fin el primer festivo en Angola: 4 de febrero, día de la independencia…viernes…puente.
Dado que aún no tengo mi visado de múltiples entradas la opción Namibia queda descartada, a pesar de ser lo más accesible, barato y cómodo.

Nuestro plan es ir a la costa de Namibe, provincia del sureste angoleño. Dado que en este país no hay apenas carreteras, para llegar a Namibe, es necesario pasar por Lubango, es decir, volver a recorrer los 400km infernales (agujero, agujero, charco, agujero, vaca, agujero, charco, camión, vaca, agujero) que unen Ondjiva con el resto del país.


Llegada a Lubango a las 19h…para llegar a Namibe no son más que 2 horas más de carretera, pero dado que nuestros cuerpos se hallan a punto de nieve (bien batidos), preferimos quedarnos a pasar noche en Lubango, de nuevo en el Kimbo Soba Lodge, donde acechan las sacerdotisas envenenadoras.

Polvorientos, agotados y hambrientos nos lanzamos al comedor en busca de algún manjar…pero con una ágil maniobra, somos interceptamos por el Señor Totas, dueño del Kimbo, hombre de decisiones firmes y espíritu libre. Todo el que llegue a este lodge deberá saber que su voluntad deja de existir en el momento en que el Señor Totas aparece en escena…a partir de ese instante tus actos son dirigidos por él:

-         ¡Pero cómo vais a cenar ahora! Lo primero, sin falta, es que veáis cómo alimento a mis animalitos.
-         Ah, bueno, ¿vamos a ver a los tiernos patitos?
-         No.
-         ¿Alimentaremos a las humildes tortugas?
-         Nada.
-         ¿Un aperitivo para el simpático chimpancé?
(Este hombre tiene un auténtico zoológico en su hotel)
-         Bobadas. Vamos a la nueva jaula de las serpientes! Y hoy toca rata de cena!

Kimbo Soba lodge
Evidente la rata, que nada sabe de este plan entra como toro en redil a la jaula en la que le esperan 6 serpientes 6 (pitones, cascabeles y otras cuantas igualmente simpáticas e inofensivas).

Quiero huir, no soportaré esa competición perdida de antemano entre la ratita y las fieras, pero la mirada del Señor Totas me hace recular, y el lento movimiento de las serpientes al olor de la carne fresca me hipnotiza. La escena dura 45 largos minutos, entre grititos y seseos, con el inevitable y previsible final.

-         Venga, ahora ya podéis cenar. Tengo una carne buenísima…

Dios mío, este hombre es capaz de traerme un buey entero, y sinceramente, no sé si seré capaz de desencajarme la mandíbula para engullirlo de una sentada.


1 comentario:

  1. hola amor! Espero que el señor Tostas este no os quitase el apetito y lo pasaseis fenomenal en Namibe. Un baño en las salvajes playas africanas tiene que estar fenomenal... Yo estoy aqui, dominada por mi nuevo amo, con toneladas de trabajo y sin apenas ver la luz solar...

    Te echo de menos. Disfruta!

    Un besote

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