miércoles, 1 de junio de 2011

Cruzando la frontera de Zambia

Cruzar una frontera es una experiencia desagradable sea donde sea, pero cruzar una frontera en un país africano es una de las situaciones más tensas a la par que desconcertantes que un viajero puede sufrir.

Durante nuestro último viaje hemos tenido que cruzar unas cuantas, cada cual con sus características propias: la de Angola hacia Namibia, lenta y amodorrada (los policías angoleños no son especialmente avispados y no entienden qué es un visado ni un pasaporte de servicio), la de Namibia hacia Botswana, estricta pero rápida y la de Namibia hacia Zambia ¡que se lleva todas las medallas!

Para empezar, el puesto aduanero de Zambia no se encuentra en el paso de la frontera, si no que hay que desviarse de la carretera para entrar en lo que a primera vista podría parecer un terreno chabolista.

Una valla medio caída rodea una serie de caravanas viejas, contenedores oxidados, furgonetas casi en estado de chatarra y una casita con carteles de fauna local descoloridos y un mostrador de madera que en 50 años nadie ha debido limpiar. 

Tras el mostrador dos eficientes funcionarios controlan los pasaportes de unos 4 zambianos que vienen de hacer compras en Namibia. Cuando llega nuestro turno se crea un breve instante de confusión, pues no quedan fichas de entrada de extranjeros…debe ser algo poco frecuente en este paso. Uno de los funcionarios desaparece tras un pasillo y tras unos instantes vuelve con los cartoncitos de color amarillo que deben completar los extranjeros que llegan al país.

El visado de entrada cuesta 50$, nos informa uno de ellos, pero dado que mi novio lleva pasaporte de servicio, él no debe pagarlo.

Tanta honestidad y eficiencia nos abruma comparando con Angola, donde cada vez que mi chico saca su pasaporte se paraliza la frontera durante 1 hora por desconcierto. Alegremente pagamos los 50$ de mi visado y nos regocijamos ante la sencillez de esta frontera…
Cuando ya estamos saliendo por la puerta de la oficina dando saltos de alegría, aparece de algún escondite una funcionaria malévola…

- Disculpen, ¿han venido en coche?
- Si, claro.
- Pues tendrán que pagar algunas tasas sin importancia…jajajaajajajajaja (risa de malo de película)
- ¿Cómo?
- Síganme, dice en un tono tajante.
Tasas varias

Nos conduce hacia una roulotte destartalada que hay en el terreno. Dentro una mujer en avanzado estado de embarazo, tumbada sobre uno de los asientos y comiendo galletas, dirige las operaciones con autoritario desdén.
Aquello parece la roulotte de una Madame de prostíbulo de circo decadente (no sé si existen los prostíbulos circenses, pero me los imagino así).

- A ver, ustedes necesitan un seguro.
- Pero señora, nuestro coche ya tiene uno.
- No sirve. Tienen que hacer el seguro X porque yo lo digo, y hoy me apetece.
Evidentemente, de todos los coches que vemos pasar por la frontera, somos los únicos a los que solicitan tales papeleos (por descontado somos los únicos blancos del lugar).

- ¿Y cuánto cuesta?
- Son 130 kwachas.
- Pues aún no hemos podido cambiar kwachas. ¿Podemos pagar con otra moneda?
- Bueno, pero les cambio según la tasa que me invente. (El diálogo no es literal, pero estoy convencida de que en su mente era así).

Pagamos. Qué remedio.

Al instante aparece una de las súbditas de la Madame que con su tamaño hacer tambalearse la decrépita caravana.
- Ahora deben pagarle a ella la tasa del distrito. Son 50 kwachas.

Pagamos.

- ¿Ya? Preguntamos ilusos.
- No, ahora deben ir a pagar la tasa de entrada. Acompáñenme, ordena la funcionaria malévola.

Humo mágico en la Catarata Victoria
Nos lleva junto a un contenedor de mercancías oxidado que han "rehabilitado" como oficina. Allí 3 sonrientes hombrecillos nos esperan para la siguiente tasa. Tienen un aire amistoso, pensamos que si tal vez les damos coba, les hablamos del próximo partido Barça-Manchester y les peloteamos sobre las maravillas de Zambia (que aún no conocemos) nos dejen pasar sin pagar…

Después de 20 minutos hablando del tío que vive en París de uno de los funcionarios, de las proezas de Messi y de otras menudencias destinadas a desviar la atención, la funcionaria maldita nos apura diciendo que saldemos nuestra deuda ya que aún tenemos tasas que pagar.
Vaya, no conseguimos escabullirnos y debemos pagar 20 dólares más.



 
Por último nos lleva de vuelta a la casita, y nos conduce a un despacho con cajas de cerveza hasta el techo (suponemos que de contrabando, a no ser que esa frontera se transforme en bareto y puticlub por las noches). Allí un jefazo gordo y sin ganas de bromear nos pide que paguemos la tasa de carbono, en función de la cilindrada de nuestro coche, y que  en este caso asciende a otros tantos cientos de kwachas.

"Nite" Club en Zambia
- No tenemos kwachas. Tenemos dólares americanos, dólares namibios, rands sudafricanos, kwanzas angoleños, pulas de botswana.
- No sirven. Sólo acepto kwachas. Vayan a cambiar.

Tren en Livingstone, Zambia
Por arte de magia en la puerta de la oficina aparece un joven que cambia dinero con un considerable margen de comisión…No tenemos otra opción. Cambiamos, pagamos y con tono temeroso le preguntamos a la funcionaria:
- ¿Ya?

¡¡¡¡¡Sí, por apenas 200 dólares americanos hemos conseguido entrar en Zambia!!!!!

Las cataratas Victoria nos esperan…tras pagar la correspondiente tasa de acceso…


Autora en la Catarata Victoria

2 comentarios:

  1. Pero que guapísima y morenísima estás. ¡Cualquier pago es poco por ver esa sonrisa!

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  2. ay amiga, cuando regrese date de alta como autónoma y tendrás una estupenda regresión a esos instantes idílicos que pasaste por el africa : )

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