jueves, 28 de abril de 2011

¡Al fin vida animal!

¡¡¡Por fin me siento en África de verdad!!!

La realidad es que por mucho contraste cultural, paisajes de atardeceres infinitos, escenas pintorescas en el mercado, cultos milenarios…y todo eso que suena tan bonito y diferente, lo que uno piensa cuando viene a África es: ¿veré jirafas?

Desde nuestra más tierna infancia, se nos enseña que este continente está poblado de fieras salvajes, que son la jet set del reino animal, las Vedettes de cualquier zoológico que se precie, las Divas de cualquier pasarela animalística.

Nuestro linces y lobos, tan ibéricos y felixrodriguezfuentianos son actores secundarios en la película de la vida animal de este planeta.

Un niño de apenas 3 años de cualquier lugar del mundo juega con efigies de plástico de cebras y jirafas, sabe imitar el rugido de un león, se zarandea como si tuviera una trompa de  elefante…y claro…todo eso está ahí, en el fondo de nuestro subconsciente, en nuestro imaginario infantil junto con Caperucita Roja y la Ratita Presumida.

La idea de llegar a ver un elefante en su medio natural es tan fantástica como ver al Gato calzarse las botas o una calabaza transformarse en carroza.

Desgraciadamente al Sur de Angola, antaño tierra de elefantes y hienas, no queda prácticamente ningún animal, pues la gran mayoría emigró durante el conflicto bélico (no sólo los humanos sufren por las minas antipersona).

Pero gracias a la proximidad con Namibia, la semana pasada tuve la oportunidad de hacer real mi sueño infantil Gerald-durrelliano con influencias de los Hermanos Grimm y gotas de la Factoría Disney.

Pasé 3 días en la reserva de Etosha, un parque natural de 22.270 km2 (casi el tamaño de Galicia) poblado por toda la fauna que uno pueda llegar a imaginar atraída por el agua del Lago Etosha que es alimentado por el río Cunene.

Analizando el peligro

Aunque esta no era la mejor época para visitar la reserva, ya que la abundancia de agua hace que los animales se dispersen, y la altura de la hierba fresca impide ver con claridad a los animales más pequeños, el espectáculo valió la pena…eso sí, previa prueba de pasaje por pistas anegadas (una vez más).



Superados los baches geográficos (que en Namibia siempre son coser y cantar comparados con los de Angola) nos adentramos en la vasta Sabana en busca de vida salvaje.


-¡Ohhhhhhh, un antílope pequeñito!- Sé de uno que me mata si no digo cuál es exactamente (Miguelito, en tu honor), pero juro que vi como 20 tipos distintos de ciervitos de esos y aunque lo he intentado no consigo retener todos los nombres.

Gacelilla
Mis compañeros de viaje, que ya habían estado en otra ocasión ríen con desdén ante mi ilusión infantil.
- Te hartarás de verlos.

- Si, pero es tan mono y pequeñito con sus ojos pintados.

- Yo vi uno más pequeño aún, apenas 2,5 kg y pestañas más largas.

Mierda, siempre hay alguien que te rompe la ilusión.

- ¡¡¡¡Ahí, para el coche, hay un nosequé agazapado!!!!

- Bah, no es nada, sólo un ñu, lo guay es ver un facóquero.

- Si, pero yo nunca había visto un ñu agazapado.

Cebra posando
Proseguimos nuestro paseo durante varias horas entre las pistas de Etosha y pudimos ver entre otros (además de los múltiples tipos de bambis), chacales acechando pájaros, cebras (miles hasta hartar…era cierto que te hartas), jirafas de diferentes tonos (oscurecen al envejecer), hienas horribles, facóqueros solitarios, más ñus, pájaros multicolores.

Pero ¿y el elefante?

Mis resabiados compañeros me cuentan sus glorias pasadas…

-Bah, hoy es una porquería, no se ven animales. Cuando vine la otra vez vi manadas con cientos de elefantes, de hecho uno casi nos ataca y bblaballalblblalblalbla

- Si, yo también vi familias enteras, la cría nos miró y la madre balblalblalblalbla

Hiena
Jirafa sin paso de cebra
Vale, empiezo a pensar que están confabulados, que en realidad los elefantes no existen, que son un producto de la imaginación como el Hombre lobo o el Ratoncito Pérez. Y ellos me cuentan eso para alimentar mi fantasía y seguir creyendo en ellos, y no decepcionarme ni romper mi sueño infantil…

No es posible que un bicho de semejante tamaño se esconda tanto. La hierba no es tan altas, y por lo que cuentan hay miles.

Empiezo a ver elefantes imaginarios por todas partes: un tronco a lo lejos es un elefante tumbado, un termitero entre el ramaje es un elefante dormido, una roca oscura es una hembra amamantando un elefantito…

Pero no, cuando al fin lo veo, no hay duda, es él: el elefante en todo su esplendor. Tranquilamente tomando un baño de fresco fango, rociando su cuerpo con la trompa, sin prisa y sin inmutarse ante nuestra mirada fascinada que sigue sus lentos movimientos objetivo en mano.

El viaje ha valido la pena…¿pero, y los leones?.
Seguro que son ciencia ficción, pero seguiré creyendo en ellos y perpetuaremos su rugido imaginario de generación en generación.





























































2 comentarios:

  1. ¡¡¡Elefantes, jirafas, ñus...!!! ¡Que se quite el Biopark! ¡Etosha, p'allá van los García cualquier día de estos!
    MJ

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